Cuarenta años sin la furia del dragón

Hoy se conmemoran cuatro décadas de fallecido de Bruce Lee. Entre películas y polémicas, el mundo recuerda al tipo que cambió el rostro de las artes marciales

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elsalvador.com

Por Tomás Andréu Twitter: @tomazs_andreu

2013-07-19 7:00:00

Bruce Lee fue un fanfarrón, pero al mismo tiempo tuvo el don de hacer valer las palabras que presumía. Lo logró a través de la abnegación, la disciplina y el sacrificio que consagró a las artes marciales. Él fue su propio camino y se desanduvo una y otra vez. Sabía que lo que hacía era inagotable. Fue continuo movimiento. No se estancó, no fue agua podrida.

“Sé informe, maleable como el agua (…) el agua puede fluir, golpear. No te establezcas en una forma, adáptala, construye la tuya propia y déjala crecer. Sé como el agua (…) Sé agua, amigo mío”, filosofaba Lee.

El 20 de julio de 1973 el mundo entero lloró sin consuelo cuando supo que el dragón oriental —Bruce Lee— se quedó sin el fuego de la vida. Le faltaban unos meses para alcanzar la edad de Cristo: 33 años.

Lee nació en Estados Unidos el día 27 de noviembre de 1940. Vino al mundo en el año y el día del Dragón. Fue criado en Hong Kong y murió —exactamente hace cuatro décadas— por un edema cerebral que le ocurrió a los 32 años, justo en la cumbre de la fama. Su película más famosa y de éxito mundial —”Operación Dragón”— fue estrenada seis días después de su muerte en 1973.

El maestro de las artes marciales no pudo salvarse de las macabras jugarretas del destino, porque en los últimos días de su vida preparaba su siguiente película bajo el apocalíptico nombre de “El juego de la muerte” (“Game of Death”).

En la historia de las artes marciales hay un antes y después con Bruce Lee. Incluso él creó su propio método: “jeet kune do” (cómo interceptar el puño) entre los años 1960 y 1973. Él decía sobre esto que “yo no represento un estilo, sino todos los estilos”. Eso le originó muchas críticas desfavorables. Los gurús orientales afirmaban que el método de Lee era tan bastardo como un hijo concebido fuera del matrimonio. Tampoco le perdonaban que se lo enseñase a los extranjeros.

Lee, sin embargo, lo defendía: “El jeet kune do es un método de combate muy transgresor, sin posturas fijas, muy práctico y con una cantidad casi ilimitada de recursos para las situaciones de combate con el que se consigue adaptarse a cualquier circunstancia”.

Bruce Lee conversó en 1971 con el periodista canadiense Pierre Berton en su programa de televisión. Con él habló sobre muchos temas, entre ellos estaba el de las artes marciales. Ahí Lee afirmó que “las artes marciales han tenido un muy, muy profundo significado en mi vida porque, como actor, como un artista marcial, como ser humano, todo lo he aprendido de las artes marciales”. Tenía razón porque sin ellas no hubiese sido nada. O viceversa.

Viceversa porque Lee redujo el océano de diferencias culturales que existían entre Oriente y Occidente. 40 años después, su rúbrica el cine y en las artes marciales sigue fresca e insuperable.

En Estados Unidos no solo fue un ídolo y un héroe, también fue el maestro de famosos como James Garner, Steve McQueen, Lee Marvin, James Coburn, Roman Polanski. También estaba Kareem Abdul Jabbar, la leyenda de la N.B.A.

Según sus propias palabras, Lee se metió a la pantalla grande a los meses de nacido. Lo anterior también lo respaldan las investigaciones de su biógrafo, John Little. Para esa época ya existía su clásico gesto de pasarse el pulgar por la punta de la nariz en señal de que estaba rabioso y dispuesto a desarmarle la existencia a su adversario.

Pero Bruce Lee no siempre estuvo arriba. En la adolescencia le hicieron tragar polvo. Tuvo su época de “bullying”.

“Un día al salir de clases sus compañeros se le tiraron encima y le dieron una gran paliza. Supongo que ahí entendió la importancia de saber defenderse”, relató el hermano de Bruce, Robert Lee.

Con la bendición de los padres, Lee se fue a aprender artes marciales. Para descontento de su familia, eso de nada sirvió porque en las peleas callejeras Bruce siempre era noticia. No les quedó de otra que mandarlo a la tierra que lo vio nacer: Estados Unidos.

El arte de defenderse

Fue en Occidente donde el oriental empezó a forjar su camino hacia la fama. En 1958 llegó a San Francisco. Tenía 18 años. En 1961 se instaló en Seattle. En 1962 fue a la universidad para estudiar filosofía y se adentró en el pensamiento de Nietzsche, Spinoza y otros filósofos que le ayudaron a reflexionsar sobre él mismo. Abandonó los estudios e impartió clases que comenzó a cobrar. Encontró el amor en una de sus alumnas, Linda Emery. Se casaron, se fueron a California y tuvieron dos hijos. El primero fue Brandon Lee —murió de un balazo mientras rodaba “El cuervo”. En vez de balas de salva se coló una de plomo en el revólver que se usaba en el rodaje—. Murió a los 28 años. Luego la familia se ampliaría con Shanon Lee. También siguió los pasos de su padre y de su hermano mayor y fue actriz. Shannon está viva y es la presidenta de la Fundación Bruce Lee.

Lee se lesionó la espalda en 1970. Fue muy grave y lo obligó a meses de reposo. Perfeccionó su método de “jeet kune do” y escribió sobre él, sobre la vida e hizo textos filosóficos. También escribió poemas. El biógrafo John Little escribió un libro titulado “Bruce Lee: Artist of Life”. Ahí se encuentran poemas como este:

“Por mucho que agitemos el agua turbia / no podremos aclararla, / pues se enturbiará todavía más. / Mejor dejarla sola, / entonces se limpiará; / quedará clara por sí misma”.

La página electrónica Open Culture consigna en una de sus publicaciones que Lee escribió sobre él mismo en un ensayo titulado “In My Own Process” (Mi propio proceso):

“En el fondo, yo siempre he sido un artista marcial por elección y actor de profesión. Pero sobre todo estoy esperando para realizarme a mí mismo como un artista de la vida a lo largo del camino”.

Bruce Lee no vivió para pelear, vivió para defenderse. Fue más que un actor. De maestro de las artes marciales pasó a ser un filósofo, un poeta y un escritor que en sus textos rozó la escena mística, muy al estilo de la paciencia y sabiduría asiática:

“El vacío es lo que está entre ‘esto’ y ‘aquello’. El vacío lo incluye todo y no tiene contrario. No hay nada a lo que excluya o se oponga. El vacío es algo vivo, porque de él proceden todas la formas y todos vemos que el vacío está lleno de vida y fuerza y de amor a todas las cosas”.

Mientras El Salvador estaba en guerra “Karate a muerte en Bangkok”, “Furia Oriental”, “El furor del dragón” y “Operación dragón” eran transmitidas por canal 6 a mediados de la década de 1980. Esas películas fueron el puntapié que lanzó a la inmortalidad a Bruce Lee.

En la actualidad, Lee sigue en el ojo del huracán. La marca de whisky Johnnie Walker colocó al maestro de las artes marciales en un anuncio televisivo para los consumidores chinos. La publicidad levantó polvo, no solo por la irreverencia, sino también porque Lee no consumía alcohol.

El anunció recupera algunas de las citas más populares de Lee —entre ellas el “be water my friend”—. En tan solo cuatro días de emisión, el comercial desató muchos comentarios en las redes sociales chinas, y aunque algunos celebran el retorno de la leyenda también hay quien critica el mal gusto de unir a Lee con una bebida alcohólica.

“Revivir de forma tan real (a Bruce Lee) para promover un producto que no era conforme a sus gustos es inmoral y muestra lo depravado de la publicidad en estos días”, comentó al respecto —en declaraciones al diario “South China Morning Post”— el director de cine hongkonés Edwin Lee.

La paradoja es que el anuncio, filmado en un hotel de lujo en Hong Kong, contó con el asesoramiento de Shannon Lee (sí, su hija).

Hong Kong y China preparan varios homenajes al actor, pero estos ya fueron criticados duramente. Por ejemplo, las galerías de arte abren sus puertas para recordar a Lee. Las exposiciones incluyen grafitis en las calles. No obstante, la población de Hong Kong le pide al gobierno que se involucre de verdad para honrar la memoria del artista.

Wong Yiu-keung, jefe del club de fans de Lee en Hong Kong, dijo a Reuters que el gobierno de la ciudad tenía una gran deuda con Lee.

“Ellos siempre lo han utilizado para publicitar la ciudad en el extranjero, pero nunca han hecho nada para honrarlo”.

Si este 20 de julio de 2013 Bruce Lee estuviera vivo habría cumplido 73 años. No sabemos en qué condiciones estaría y si podría dar aquellos 2,000 puñetazos y aquellas 1,000 patadas que lanzaba al día en sus tiempos de gloria. Lo cierto es que la furia del Dragón sigue intacta y sigue alimentando muchas rebeldías, aunque sea para practicarlas frente al espejo.