Alberto Salcedo Ramos: el narrador de las historias singulares

El periodista colombiano brindó una charla en un hotel de la capital. Habló sobre sus orígenes y dio unos consejos

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elsalvador.com

Por Tomás Andréu Twitter: @tomazs_andreu

2013-07-30 8:00:00

Alberto Salcedo Ramos es uno de los grandes periodistas del continente. Sus crónicas han poblado las revistas más importantes que se confeccionan en América Latina y fuera de ella. El trabajo de este colombiano ha recibido renombrados galardones como el Premio Internacional de Periodismo Rey de España, el Premios Ortega y Gasset de periodismo por su crónica “La travesía de Wikdi”, el Premio a la Excelencia de la Sociedad Interamericana de Prensa (SIP), entre otros más.

Salcedo Ramos es maestro de la Fundación Nuevo Periodismo Iberoamericano (FNPI). Esta entidad está afincada en Cartagena de Indias, Colombia. Vio la luz de la mano del Premio Nobel de Literatura, Gabriel García Márquez (actual presidente).

El colombiano brindó una conferencia en El Salvador gracias a la gestión de la Asociación de Periodistas de El Salvador (APES). Salcedo Ramos habló sobre las nuevas narrativas del periodismo latinoamericano y de cómo la crónica debe ser “la metáfora de un país”.

“Desde muy temprano estuve claro que quería contar historias”, revela el suramericano. Desde la niñez supo que su destino debía anclarlo en la palabra. Fue de los que “enamoraban con papelitos”.

“Me escribía cartas de amor a mí mismo con la mano izquierda, mi abuelo las veía eufórico celebrando que su nieto tenía novia”. Eso le hizo ganar respeto en la familia.

Otra más: el periodista detalló un hecho que marcó su vida en la niñez: elaboró cartas de amor entre un hombre analfabeta y una mujer cercana al núcleo familiar de Salcedo Ramos. El idilio continúa en la actualidad por culpa de él y confió en el poder que tiene la palabra escrita.

El testigo de los tiempos

Salcedo Ramos está claro sobre el papel que desempeña la crónica. Para él “narrar es resistir”, porque “los cronistas tenemos la necesidad de dejar un testimonio”.

Junto a esta necesidad, el suramericano plantea que la velocidad, la inmediatez terminó por desafiar a los periodistas. Por eso no descartó que a los dueños de medios y editores no les interese la crónica.

Pero a los periodistas les lanza un desafío —no importa que tengan cinco asignaciones en el día ni que estén a tiempo completo en un medio—. Los cronistas existen a pesar de los periódicos y los editores. Son los testigos de su tiempo. El cronista es “el que traduce los significados más profundos” de la noticia, de la realidad.

La impaciencia no es buena para la crónica. Tampoco la falta de compromiso con el oficio. Por eso Salcedo Ramos da unos consejos:

“Una historia buena y bien contada posiblemente le interesará a algún editor. Pero nadie te lo garantiza. En caso de que no la publiquen, al menos te quedará una crónica terminada. Guárdala como un tesoro: podría motivarte a hacer otra. Si dejas de escribir cuando los editores te cierran las puertas, tal vez mereces que te las cierren”.

Y otro consejo más contundente: “Concéntrate en tu oficio. Si no le dedicas al texto toda tu atención, posiblemente el lector tampoco lo hará. Y una advertencia imperecedera: “estar aislado es duro, te lo advierto, en especial cuando escribes historias de largo aliento”.