Entre ídolos y obsesiones

El fanatismo por un artista o un equipo de fútbol puede alcanzar niveles graves. Es necesario saber dónde acaba la diversión y comienza el peligro.

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elsalvador.com

Por Texto: Jhoel Díaz Ilustración: Alejandro Ibarra

2013-06-01 7:00:00

Esperar días enteros en la calle para obtener buenos lugares en sus conciertos, tatuarse su nombre o su cara, infiltrarse en sus casas para robar objetos personales, agredir o hasta matar por defenderle son algunos de los extremos a los que puede llegar un fanático por ese ídolo al que ni siquiera conoce de verdad.

Ya se trate de actores de Hollywood, de cantantes juveniles –hoy en día existe una euforia con OneDirection o Justin Bieber– o de equipos de fútbol como el Barcelona o el Real Madrid, el fanatismo puede ser divertido, pasajero e inofensivo para muchos, pero también puede ser desmedido y convertirse en problema psicológico para otros.

“El fanatismo es la pasión exacerbada, intensa e irracional hacia algo, sin que el fanático o el grupo de fanáticos toleren su cuestionamiento o estudio del mismo”, afirma la psicóloga salvadoreña Martha Carcach.

“Cuando ese interés supera la racionalidad, puede llegar a grados peligrosos, como lastimar e incluso matar a un ser humano; puede incluir como síntomas el deseo incondicional de imponer su ideología y no tolerar el cuestionamientos, causando conductas obsesivas y dependientes”, describe.

Las niñas y adolescentes son las que más se declaran fanáticas de artistas. Es fácil recordar a chicas con la adrenalina al máximo por conocer a sus cantantes favoritos, por comprarse una camiseta o por encontrar una nueva foto de ellos en Internet, pero también son memorables casos como el de Alexis Neiers, una adolescente estadounidense de clase acomodada que acabó en la cárcel junto a sus amigos por colarse en residencias de famosos como Orlando Bloom o Lindsay Lohan.

Los hombres no se quedan atrás, y tanto jóvenes como adultos han llegado a defender a capa y espada el orgullo por sus equipos deportivos y las derrotas de estos, insultando, provocando revueltas en estadios, destruyendo espacios públicos y hasta matando a golpes a algún desconocido desafortunado.

“El fanatismo produce serias consecuencias, entre ellas limita la libertad, empobrece el psiquismo, incomunica, limita la autocrítica y el afán de superación, reduce la riqueza de matices de la vida y en muchos casos desemboca en la negación de la dignidad humana de los otros. Genera dependencia, despersonaliza y obsesiona”, advierte Carcach.

“Un fanático puede tratar de imitar todo lo que estos (ídolos) hacen, llegando a tener conductas peligrosas como el uso de tabaco, bebidas, drogas, amores precoces y más por la influencia de los mismos”, destaca también la psiquiatra Margarita Mendoza.

Sin embargo, define el fanatismo en los jóvenes como una etapa: “La juventud es una etapa de cambios en que los jóvenes tratan de identificarse con sus ídolos hasta que desarrollan su personalidad adulta… Eligen a sus ídolos de acuerdo a sus necesidades emocionales y los incluyen en sus vidas como algo cotidiano (como un amigo), por ello se dedican a conocer todo sobre ellos”, explica.

“Generalmente estas fijaciones van cambiando o evolucionando a formas de admiración menos desmedida y más madura”, afirma la profesional, y destaca que ser fan no llega a ser un problema mientras los jóvenes mantengan una vida social y otros intereses particulares además de su obsesión.

En las redes sociales

“Soy directioner porque ellos (el grupo OneDirection), no son como los demás famosos. Ellos saben cómo tratar y divertir a una niña, paso todo el día escribiendo de ellos (…) he tenido muchas peleas con mis compañeros porque saben que soy directioner. Yo haría lo que fuera por conocerlos, sé que no me conocen pero los amo con toda mi alma y me comunico con otras directioners por medio de fanpages, eventos o facebook”, estas son palabras de Rebeca, una niña de 11 años que se considera fan del grupo One Direction.

Como ella, existen millones de jóvenes en clubs de fans virtuales que no solo siguen las carreras de sus ídolos, sino también sus intimidades, sufren sus problemas y pelean sus causas. Es así como los Smilers (fans de Miley Cyrus), los Selenators (Selena Gómez), los Little Monsters (Lady Gaga) o los believers (Justin Bieber) se ocupan de lograr constantes trending-topics (tendencias mundiales en Twitter) como también de generar avalanchas de acoso a sus detractores, que incluyen ofensas y hasta amenazas.

“Este tipo de prácticas se pueden dar más en aquellas personas con poca identidad propia, seguidores y montoneros. El hacerlo es de cobardes. Si se descubren en nuestros hijos hay que frenarlas y explicarles el porqué. Todo aquello que excede lo común a cada edad puede ser peligroso. Por fortuna, si los padres actúan con sensatez y sin presionar; esta etapa irá pasando”, señala Mendoza.

Por su parte, la psicóloga Carcach enfatiza a los padres que “estar informados les permitirá acercarse a sus hijos de una forma asertiva, tratando de conocer sus luchas, sus vacíos, sus dificultades y sus necesidades”.

Los padres son responsables de supervisar y controlar el material al que los hijos se exponen en los medios de comunicación, resalta la terapeuta, refiriéndose también a fotografías y contenidos inadecuados para los más jóvenes, pero “hay cosas que no pueden evitarse, y es ahí donde deben brindarles una retroalimentación y ayudarles a que ellos mismos sean analíticos y críticos en función de los valores y de la salud mental”.