Música y paz, el legado de un padre inmigrante

Ellos bailan y, como bailarines, han ganado campeonatos. Son de padre salvadoreño, madre coreana, nacidos en California, los hermanos Junior y Emily Alabi

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FOTO EDH

Por Francisco Ayala Silva elsalvador.com

2013-05-07 10:30:00

Junior tiene los rasgos de un joven de Asia pero Emily es producto del siglo XXI, cuando los rasgos étnicos se desvanecen en la constante mezcla de razas. Ella podría pasar por modelo latinoamericana o nativa estadounidense, actriz del cine de India, nativa del Cáucaso o nada de eso.

Su compañía de danza, Amicitia (“amistad” en latín) está formado por ellos dos. “Seguimos siendo la más joven pareja de bailarines de salsa profesionales y viajeros del mundo”, asegura Emily en un correo electrónico. Han bailado juntos desde hace 14 años, agrega.

Actualmente Junior tiene 27 años de edad y Emily 23. Cuando bailan sus movimientos son vertiginosos: Junior hace que sus brazos se conviertan en una mancha borrosa y Emily puede hacer cinco, seis giros por segundo sin perder el ritmo o el equilibrio.

Han aparecido en la versión italiana de “Bailando con las Estrellas” y en el programa de la televisión estadounidense “America’s Got Talent”, han sido coreógrafos de “So You think you Can Dance” (otro programa) y han trabajado con Marc Anthony, Jennifer López y Justin Timberkale, entre otros.

Entraron a la danza a la fuerza

Los hermanos crecían en San Francisco con su familia paterna luego del divorcio de sus padres. Su barrio no era el más seguro de la ciudad y la gente con la que se juntaba Junior, entonces adolescente, no era la más recomendable, recuerda Emily. Ambos estaban involucrados en deportes y Emily se recuerda a si misma como una “tomboy”, una joven que rechaza las actividades comúnmente relacionadas con el sexo femenino. Ella quería ser como su hermano, dice, aunque Junior no hacía su mejor esfuerzo en la escuela y pasaba demasiado tiempo en la calle. Su padre, Mario Luis Alabi, es un músico aficionado y decidió que las lecciones de salsa les darían un mejor ritmo a su vida. Las lecciones eran cada jueves y los hermanos buscaban excusas para no ir, pero su padre no aceptaba excusas.

Mario Luis Alabi había llegado a San Francisco en 1975 cuando tenía 11 años de edad. Había estudiado en el Liceo San Luis de la ciudad de Santa Ana.

Su padre moriría cinco años después, pero con el apoyo de su madre, amigos y maestros, el joven consiguió entrar al Coro de San Francisco en su primer año en la ciudad, según dice su página electrónica.

Luego de graduarse de high school entró a la Fuerza Aérea de los Estados Unidos que lo mandó a Corea, Japón y las Filipinas y fue en esos viajes que conoció a la que fue su esposa y madre de sus hijos, Myong. Su servicio militar le dio el beneficio de estudiar sistemas de computación en la Universidad del Sur de Illinois en Carbondale

Cuando llegó el momento de orientar a sus hijos, Mario Luis había ofrecido clases de baile latino en San Francisco y era parte de un grupo de salsa llamado “The Latin Symbolics”.

Decidió que unas clases de salsa podrían darle orientación a Junior y a su hermana. La salsa enseña a guiar y seguir, a controlar la energía propia para poder controlar la de la pareja. Es el hombre el que guía, pero es la mujer la que se deslumbra.

“Yo escogí la salsa para mis hijos. Nunca me imaginé que ellos hicieran su propio estilo y la llevarían a nivel mundial”, dice Alabi en una entrevista realizada a través de su página de Facebook.

Superados los problemas de disciplina, los hermanos entraron en el circuito de competencias de baile y ganaron ocho campeonatos nacionales y e internacionales. Siguieron giras por Europa, África y Asia y en uno de sus viajes pudieron conocer a sus tíos coreanos que llegaron a verlos bailar. Se comunicaron con la ayuda de un intérprete, recuerda Emily. “Fue una bella experiencia”, dijo.

Su estilo es veloz y explosivo, lleno de energía. “Queremos mostrarle a la audiencia lo que no han visto antes”, dijo Emily. Ellos entrenan diariamente por varias horas.

Los hermanos viven en Los Ángeles. Su padre sigue en San Francisco trabajando en los sistemas de computación de Kaiser Permanente, una empresa que maneja planes de salud en Estados Unidos, y privadamente como preparador de impuestos. Él sigue con su amor por la música: “Durante mi temprana edad, aprendí a tocar guitarra y percusión y he tocado en varios grupos del área de la bahía… He logrado escribir y producir 2 discos con música para todos los gustos: Romántica, salsa, merengue, pop, cumbia. También he logrado hacer eventos para beneficio de nuestra gente durante el terremoto de El Salvador y el Huracán Mitch que devastó Centroamérica”, escribió. Él también hace coreografías para bodas y fiestas de quinceañera, porque algo sabe de poner quietos a adolescentes.