Eunice Payés: “Cuando hago una obra, en ella va toda mi vida…”

Es bailarina, coreógrafa, docente, gestora cultural, madre

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elsalvador.com

Por Tomás Andréu Twitter: @tomazs_andreu

2013-03-13 2:00:00

Danza en El Salvador es sinónimo de Eunice Payés y viceversa. También es decir Premio Ovación 2010, de la Fundación Poma. Hablar de ella es decir Cuba, México, Estados Unidos. Es hacer memoria sobre la Escuela Nacional de Danza Morena Celarié, de la Universidad de El Salvador.

Eunice Payés nos habla de “sus años maravillosos”, de “la locura de su búsqueda” de “lo más hermoso que le he dado a este país”: sus obras.

¿Y qué hacía antes de hacer danza…?

— Organizaba veladas en el colegio. Siempre andaba tratando de manifestarme artísticamente. Desde chiquita tuve inclinación hacia la danza. Si no hubiese sido bailarina, siempre hubiese tenido que ver algo con el arte. Además, en mi familia estuve rodeada de maestras, de gente que escuchaba música clásica, que tenía gusto por la literatura, que me llevaba a conciertos de la Orquesta Sinfónica Nacional. Además, mis tías y mi mamá eran muy creativas. Mi mamá era una artista del croché. Mis tías eran buenísimas para decorar, cocinar… Hay una edad en que una eso no lo valora hasta que hace un recuento de su vida.

¿Y qué la llevó a la danza finalmente…?

— Eso fue una decisión de una tía-mamá. Me llevó a una audición en la Escuela Nacional de Danza, pero me llevó porque todo el día me miraba bailando, haciendo muecas en el espejo, inventándome personajes. Era una niña muy fantasiosa. Ponía los juguetes como si fuesen mis actores… Vi un anuncio de audición en el periódico y le dije a mi tía que me llevara. Es que yo era una persona que quería bailar, quería ser artista… El primer contacto con la danza fue de una manera muy disciplinada, muy académica. Tuve una maestra (Eva María Martínez) que me inspiró a ser bailarina, me inculcó disciplina. Después hubo problemas cuando planteé que eso iba a ser una opción de vida. A mi familia no le gustó, quería que sacara una carrera. Desde muy joven empecé con mi formación. Estudiaba, bailaba. Llegué a ser parte del Ballet Folclórico (era parte del Instituto Salvadoreño de Turismo). Estuve ahí como cinco años. Fui bailarina asalariada… Pensándolo bien, soy muy privilegiada porque tuve muy buenos maestros. Me inculcaron pasión por la danza y disciplina. Creo que eso me dio solidez como alumna. Desde entonces no he parado. Ni en los embarazos paré… Haciendo un recuento de mi vida, no he parado de bailar.

¿Hay un antes y un después en la danza de El Salvador con Eunice Payés?

— Sí, por supuesto. Hay un antes y un después y espero seguir teniendo más vida… Algo que tocó y transformó mi vida fue haber entrado a la Universidad de El Salvador. Antes no tenía contacto con la sociedad, no tenía eso que te mueve. En el después vi al país y quería justicia social. Yo bailaba por eso, no por ser simple bailarina. Si yo no hubiese pasado por la Universidad Nacional, yo no sé qué estaría haciendo ahora. Difícilmente puedo olvidar eso, dejarlo en la gaveta. Ahora tengo otras convicciones, otra manera de ver el país, pero [la etapa en la universidad estatal] jamás la voy a olvidar. Mi amor por la danza la puse en esos procesos que tuvo el país. Yo bailaba cuando sonaban las balas.

¿Por qué se convierte en algo importante?

— Un grupo de artistas me llevó a la universidad, entre ellos está Chamba Juárez, Atilio Silva… Entré cuando José Napoleón Duarte entregó la universidad. Me tocó ir a barrer y dar talleres. Hicimos un festival que se llamó “Piedra sobre piedra” para recaudar fondos para la universidad, porque estaba totalmente destruida. Aquello era un total caos, pero entrar a la Nacional fue para mí crecer en muchos aspectos: como mujer y como artista. Yo estaba rodeada de un mundo artístico, de intelectuales. En la universidad yo conocía a Armando Herrera, Roberto Salinas, Isaías Mata, Roberto Cea, Roberto Armijo, Armando Solís. Aquello era espectacular. Yo bailaba en tiempos de guerra. En momentos muy convulsivos para el país. En ese momento fundé un grupo que se llamaba “Danza y movimiento”. Fuimos a México y a toda Centroamérica. Fueron años maravillosos. Yo andaba en la locura de mi búsqueda.

Usted le dijo a la periodista Ruth Grégori que se sentía necesaria para la danza de El Salvador…

— Es que no me siento… O sea, yo he estudiado y he viajado por muchos países y he tenido la oportunidad de quedarme, tengo visa. A los 30 años me pude haber quedado en San Francisco, México, pero hubo algo que me dijo que lo que tenía que hacer, lo tenía que hacer en El Salvador, porque fuera del país iba a ser una más que siempre iba a estar en la nostalgia. No digo que los que están en Europa o Estados Unidos están mal. Cada quien tiene sus opciones. No es la primera vez que lo digo: aquí hay mucho trabajo por hacer. Aquí te podés sentir vivo. Yo estoy muy arraigada a este país.

¿Y qué le aportó la presencia de Eunice Payés a la danza de El Salvador?

—Lo más hermoso que le he dado a este país han sido mis obras. Mi trabajo ha estado inspirado en este país, en lo que siento por él, en lo que me da. El amor es también algo que te desgarra, que no solo te da felicidad. La gente, a través de mis obras, me reconoce. Es bien chivo. La gente me dice, “Verdad que usted hizo aquella obra que…” y me la describe. Cuando hago una obra, en ella va toda mi vida.

Los temas de sus obras van hacia los marginados, los olvidados, la periferia. Hay una carga existencial en ellas. Recuerdo en mi adolescencia que usted dijo que “pasaba el tiempo y sigo sin hacer cosas grandes…”

— Lo que pasa es que en la vida de los seres humanos hay etapas. Hay cosas que te han dolido, no de la gente ni del país, sino de los políticos que no tienen visión. Cuando ya no pude hacer la Muestra Nacional de Grupos Independientes, eso me dio mucho dolor. También me dolió no poder concretizar una compañía de danza. Sentía que trabajaba, trabajaba, trabajaba y no lograba trascender, sentar un precedente. Hubo un tiempo en el que me sentí muy cansada. Son de esas etapas en las que no hallas la salida. La Muestra Nacional de Grupos Independientes fue un duro golpe. Si la hubiesen apoyado, tendría un alcance inimaginable para el desarrollo de la danza contemporánea de este país. Hubo una presentación que la suspendimos porque anunciaron un huracán…

¿El de Moisés Urbina?

— Jajaja, no. Bueno, pero después reaccioné y ya no me sentí así (dolida). En etapas como esas, uno vuelve a reinventar la vida y empezás a hacer otras cosas, a no dejar de trabajar, producir.

Así nació la bailarina, coreógrafa, docente, madre… ¿Se me quedó algo?

— Te faltó gestora cultural.

¿Y cómo hace para manejar todo eso al mismo tiempo?

— Por un lado es la organización y por el otro, las prioridades. En este momento estoy concentrada en el Centro Nacional de Artes (Cenar). Hago una base de operaciones y organización. Y como madre… Es una tarea que nunca termina, pero tener a dos hijas como las mías es toda una inspiración para tener una visión de país, para tener toda una disciplina.. Lo que te quiero decir es que a veces presento una cara dura, a veces discuto, siento rabia. No es fácil hacer arte en este país. Todavía como país no logramos ser un referente. Agradezco el inmenso respeto que me tiene mucha gente, pero todavía creo que yo no soy un referente. Me gustaría ser un referente de verdad a altos niveles. Es duro, pero nunca he dicho que soy infeliz. Yo soy una mujer realizada, porque hago lo que más amo: la danza. La hago desde que me levanto hasta que me acuesto. No soy rica, no tengo dinero, pero soy inmensamente feliz. Este país me ha dado todo.

¿Se ve retirada, jubilada de la danza?

— No, para nada. Cuando me muera espero que sea con los bailarines, que del escenario me lleven para el hospital…

¿Morir con las botas puestas…?

— Cabal, así.

Ha usado muchas veces la palabra disciplina, tanto en su formación como en su día a día. ¿Es difícil trabajar con Eunice Payés?

— (Silencio) Eh… No, pero hay gente que quizás va a decir que sí. Para mí no es importante que digan eso. Si lo dicen, qué bien. Yo tuve maestros que fue muy difícil trabajar con ellos, pero aprendí muchísimo y no dudaría trabajar con ellos, porque fue mágico… El cuerpo para mí es sagrado. Tiene que estar bien cuidado, hay que trabajarlo, entrenarlo. Para ejecutar tus piezas hay que tener una gran formación en tu cuerpo, porque lo podés lastimar. Yo defiendo la disciplina.

¿Y Eunice Payés sigue pensando que es difícil hacer danza contemporánea en El Salvador?

— No, ya no. Creo que ahora el arte es increíble. Cómo se han venido abriendo en nuevos espacios, nuevos lenguajes. Ahora hasta podés tomarte un espacio.