¿Qué pasó con Orlando Munguía?

Ciclista de la vieja guardia, gran animador de Vueltas Ciclistas nacionales e internacionales y compañero de batallas de grandes figuras del ciclismo nacional

descripción de la imagen

Por Wilfredo Hernández

2018-01-28 9:24:52

El amor de Orlando Munguía por el ciclismo comenzó con la complicidad inocente de otro romance. Resulta que Jorge Landaverde, una de las glorias del deporte de las dos ruedas salvadoreño, llegaba a visitar a la novia allá por la Calle Las Mercedes del Barrio San Jacinto, “tenía una bicicleta nueva, preciosa”, recuerda don Orlando y mientras duraba la visita él le cuidada la bicicleta. Así fue creciendo la admiración, la amistas y sobre todo las ganas de subirse en aquella bicicleta.

Un día, el niño le dijo a la estrella que si no le prestaba la bicicleta “para dar una vuelta a la cuadra” ya no se la iba a cuidar. En un principio el ciclista profesional se negó, pero luego accedió y desde ahí, se puede decir, don Orlando ya no se bajó de la bicicleta. “Me enamoré”, dice.

La amistad con Landaverde creció y tomó confianza, hasta que le dijo que lo llevara a ver una competición. Así fue, montado en la parte trasera de un pick up se fue a ver a sus ídolos y el gusano por competir se le agrandó más. En ese entonces trabajaba con el Dr. Carlos Fonseca, un abogado reputado en San Salvador, quien, en principios a regañadientes, le ayudó para que comprará su primer bicicleta, que le costó 60 colones. El Dr. Fonseca le descontaba tres colones, de los 15 mensuales que ganaba.

Ya con la bicicleta en mano, se fue para donde Landaverde a pedirle que le diera “chance” de entrenar con él. Accedió. Ese día, para no dormirse, saldrían a las 4:00 a.m. don Orlando cuenta que medio durmió vestido y a los pies de la cama de Landaverde.

Con todo prestado o regalado, dice, comenzó su carrera. Se fue a entrenar y de ahí empezaron a venir los triunfos. Primero fue una doble a Quezaltepeque, que repitió siete veces más al hilo, hasta que alguien le dijo que parara. Tenía 15 años.

Luego fue seleccionado nacional y, en 1972, logró el subcampeonato de la primera vuelta de la Juventud Centroamericana, que la perdió por un segundo. Al siguiente año repitió, en 1974 participó en otra Vuelta y logró cuatro segundos lugares y un etapa, la última.

Ese mismo año se fue para Panamá a competir en la Vuelta panameña, junto con Mauricio Hernández, “Pato” Funes y Camilo Cortez, y ganaron el prólogo de la competición, que consistió en una etapa de ocho kilómetros contrarreloj.

En Costa Rica también fue subcampeón y logró varias metas volantes, además de ser nominado como el mejor extranjero en la competición.
Ese año, en 1974, también logró alzar el campeonato nacionales de segunda y fue subcampeón en primera.

Y así, hasta que con 19 años decidió emigrar hacia Estados Unidos por culpa, también, del amor. Se fue siguiendo a Anita, su ahora esposa, decidido a formar una familia y a hacer su vida con ella. Lo logró. Ahora agarra su bicicleta para mantener la forma, aunque le alcanzó para ganar una vuelta máster en Nicaragua, el año pasado.

¿Qué hace?

Con 19 años y con una convocatoria a la selección vigente, Orlando Munguía decidió emigrar hacia Estados Unidos. El amor por Anita lo llevó a emprender otra vida, en tierras desconocidas. Se casó al nomás llegar a Nueva York y empezó a hacer “mil oficios, aunque no sabía ninguno”. Primero trabajó en mantenimiento de edificios, luego, con un poco de inglés ya aprendido, se colocó de ascensorista (“Ya me podía los números del uno al trece, que era el número de pisos del edificio”, dijo entre risas), hasta que logró un puesto en UPS.

En la empresa postal laboró 28 años hasta su jubilación, hace cuatro años. Luego de eso se mudó de Nueva York a Florida, donde reside actualmente con su amada esposa. Eso sí, no olvida el país, sus raíces y sobre todo el deporte. En 2000 se trajo a su hijo Orlando a participar en varias competiciones, que la estadía se prolongó por cinco años.

Don Orlando visita regularmente el país para estar entre los suyos, aunque su sueño es radicar definitivamente acá. Durante su estadía se monta en su bicicleta y se va a “entrenar”, a diario, con varios amigos “para mantener la forma”. Aunque de vez en cuando le alcanza para participar en Vueltas Másters, y ganar una que otra. Y es que la bien aprendido jamás se olvida.